Hay un hilo conductor en las enseñanzas del nuevo Papa, quien propuso un modelo de comunidad cristiana donde se vive la comunión, misionera y, por lo tanto, capaz de servir a todos, comenzando por los más necesitados, comprometida con fomentar el diálogo y la paz. Una Iglesia que no se apoya en los poderosos ni confunde la misión con el marketing religioso, sino que sabe ser fermento porque refleja la luz del Otro.