El sacerdote greco-católico ucraniano da testimonio de la dificultad de vivir en las zonas más afectadas por la guerra y más cercanas al frente. Su esposa Iryna relata la alegría de conocer, junto a un grupo de jóvenes, al Papa en Lisboa: «Compartiendo pan y agua con nosotros, Francisco sintió nuestro dolor, y fue precioso para todos nosotros».