Obispo analiza 3 dilemas morales en la película Oppenheimer

, 31 Jul. 23 (ACI Prensa).-
Mons. Robert Barron, Obispo de Winona-Rochester (Estados Unidos), analiza 3 dilemas morales de la nueva película Oppenheimer, del director Christopher Nolan.

La cinta Oppenheimer está basada en American Prometheus, una biografía de 2005 escrita por Kai Bird y Martin J. Sherwin, y narra la vida de J. Robert Oppenheimer, un físico teórico que fue esencial para crear las primeras bombas atómicas como parte del Proyecto Manhattan.

El actor irlandés Cillian Murphy interpreta a Oppenheimer; Emily Blunt da vida a su esposa; Matt Damon actúa como el general Leslie Groves, y Robert Downey Jr. es Lewis Strauss, un alto miembro de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos. Otros actores del reparto son Casey Affleck y Rami Malek.

“Nolan no idolatra a Oppenheimer, sino que lo presenta consistentemente como un personaje ambiguo, un hombre atormentado por sus propios demonios, por sus enemigos externos y por dilemas morales. Me parece que el ceño de Oppenheimer evoca los profundos conflictos que perduran en la consciencia de Occidente”, afirma el Prelado en su artículo titulado “El ceño de Oppenheimer”, publicado hace unos días.

Capacidad intelectual vs talla moral

El primero de los dilemas morales de los que habla Mons. Barron está relacionado “con la ciencia y los científicos. En el mundo antiguo, el personaje más admirado era probablemente el filósofo; en el contexto medieval, el santo; en la era moderna, el guerrero o el terrateniente rico. Pero en nuestro ámbito contemporáneo, parece no haber duda de que el científico tiene el primer lugar”.

“Basados en un instinto bastante profundo, no tendemos a buscar sabiduría en los eruditos, los políticos o los líderes religiosos, sino en los profesionales de las ciencias duras”, agrega.

En ese sentido, el Prelado resalta “que Nolan presentara a todas estas personalidades en su genialidad y celebrara sus logros, pero que no los canonizara o los presentara como ejemplos morales. Heisenberg, nos enteramos, trabajó para los nazis; Teller era un tránsfuga; Oppenheimer era un egocéntrico y desleal; etc. Existe una nítida distinción entre la perspicacia intelectual y la excelencia moral, y en nuestra cultura, muy a menudo confundimos aquella con esta”.

Lo que puede y lo que debe hacerse

El segundo, y tema central de la película Oppenheimer, prosigue el Obispo, “es la tensión entre lo que puede y lo que debe hacerse”.

Con la ayuda de sus colegas, “Oppenheimer demostró que podía crearse una bomba de un poder destructivo épico, y en vistas del resultado inicial del ataque a Hiroshima, se mostró eufórico. Pero comenzó a inquietarlo el hecho de si esta espantosa arma debería haberse utilizado”.

“Cuando visita al presidente Truman, comenta con verdadero dolor, que siente tener sangre en sus manos. La doctrina social de la Iglesia apoya la reserva de Oppenheimer por los bombardeos atómicos, que resultaron en la muerte de más de cien mil inocentes, violando claramente el principio de discriminación, que establece que en todo acto de guerra, debe distinguirse entre combatientes y no combatientes”, resalta Mons. Barron.

“Aunque muchos de los personajes en la película, incluyendo una versión ciertamente caricaturesca de Harry Truman, sacan a relucir la conocida justificación consecuencialista de que el ataque salvó vidas en el largo plazo, la enseñanza católica no consentiría nunca el realizar algo intrínsecamente malo a fin de que se pudiera obtener un bien”, continúa.

La lealtad a Estados Unidos y el comunismo

“Un tercer tema para el ceño preocupado de Robert Oppenheimer es la tensión entre su lealtad a Norteamérica y su asociación con el comunismo”, prosigue.

En su opinión, parece ser que para Hollywood “ser comunista es genial y de vanguardia, siendo equivalente a una romántica devoción por los pobres y desfavorecidos —y esta actitud es compartida hoy por una alarmante cantidad de jóvenes en nuestro país—”.

Sin embargo, recuerda el Obispo de Winona-Rochester, “la ideología marxista-leninista ha producido miseria económica y montañas de cadáveres en cada lugar en que fue implementada, y por lo tanto ninguna persona responsable en el siglo XXI debería tener el más mínimo aprecio por ella”.

Para concluir, el Prelado estadounidense destaca que “Oppenheimer es una buena película, y Oppenheimer mismo, en su inteligencia, su pasión, sus profundos defectos, es un personaje cautivante. Pero lo que mayormente me llevo de la película es su ceño nervioso”.

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