Tras la oración del Ángelus, Francisco agradeció por el tradicional encuentro que tuvo con los niños del dispensario: «Me llenaban el corazón de alegría». Una costumbre renovada unos días antes de Navidad y otros tantos días después del cumpleaños del Santo Padre, quien para la ocasión recibió un obsequio y una tarta con velas, que luego fueron apagadas. A continuación, la fiesta se trasladó al atrio del Aula Pablo VI, con juegos, animación y un almuerzo final.