Hoy celebramos a San Félix de Nola, el sacerdote que se hizo campesino por sus fieles

REDACCIÓN CENTRAL, 14 Ene. 23 (ACI Prensa).-
Cada 14 de enero, la Iglesia Católica recuerda a San Félix de Nola, presbítero romano que padeció las persecuciones de los emperadores romanos Decio y Valeriano, lo que le valió ser venerado como ‘confesor de la fe’ y mártir, aunque no murió de manera violenta.

Gracias a la biografía sobre San Félix elaborada a finales del siglo IV por San Paulino, Obispo de Nola en ese momento, no son pocos los datos de los que se dispone sobre este gran santo. San Paulino era un fervoroso admirador de Félix, a quien tuvo como santo protector.

Además, escribieron sobre él santos como Beda el Venerable, Agustín de Hipona y Gregorio Turonense, cuyas obras son consideradas fuentes muy confiables.

Sacerdote con olor a oveja

Se sabe que San Félix nació en Nola (hoy territorio perteneciente a Italia, cerca de Nápoles) en el siglo III, y que fue hijo de un noble de origen sirio. Abrazó el servicio apostólico desde muy joven, distribuyó su herencia entre los pobres al morir su padre, y luego fue ordenado sacerdote por el obispo local, San Máximo.

A partir de ese momento la amistad entre Máximo y el novel presbítero creció, convirtiéndose Félix en el soporte principal de la labor pastoral de Máximo. El sacerdote llevaría a cabo una labor pastoral ejemplar, revelando su espíritu solícito y generoso, siempre cercano a los sufrientes y necesitados.

Perseguido por causa de Cristo

Durante la gran persecución fue encarcelado y, según la leyenda, liberado por un ángel. Se cuentan diversas historias sobre cómo cayeron las cadenas de sus manos, rotas por influjo angelical, y sobre cómo pudo escapar sin ser descubierto. Se dice que se ocultó en una caverna cuya entrada quedó oculta por una densa telaraña tejida milagrosamente y que lo mantuvo a buen recaudo por varios días.

Más tarde, habiendo sobrevivido a la furia desatada por el emperador Decio, Félix se vio nuevamente amenazado, junto con toda su comunidad, por las disposiciones que dictó Valeriano, nuevo emperador, contra los cristianos, entre los años 256 y 257.

Un santo que trabajó el campo

Al morir Máximo, los cristianos de Nola quisieron que Félix ocupara la silla episcopal, pero él rehusó tal dignidad, prefiriendo continuar su misión evangelizadora como presbítero. Pobre, como muchos en aquella región, trabajó la tierra para su propio sustento y para ayudar a los necesitados con el fruto de su trabajo.

Murió el 14 de enero, se cree que del año 260. Existen dos versiones sobre su muerte: la primera señala que murió de manera natural; la otra, que padeció el martirio. Fue enterrado en Nola y su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinación. Los agricultores de aquella región italiana lo tienen por santo patrono e intercesor que protege el ganado. Le fue consagrada la Basílica paleocristiana de Cimitile.

Si quieres saber más sobre San Félix de Nola, te recomendamos este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/San_F%C3%A9lix_de_Nola.

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