En un mensaje a la Iglesia ortodoxa albanesa, Francisco expresa su dolor por la muerte, el 25 de enero, del arzobispo de Tirana Durrës y de toda Albania, recordando el encuentro durante su primer viaje apostólico y «el abrazo fraterno» con él: ayudó a su pueblo a «redescubrir su riqueza y belleza tras los años de ateísmo y persecución impuestos por el Estado».