En la audiencia general en la plaza de San Pedro, el Pontífice reflexiona sobre la humanidad de Cristo en los últimos momentos antes de su muerte, cuando en la cruz dice tener sed y le ofrecen una esponja empapada en vinagre. “En la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed”. “No hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito”.