El árbol, plantado cerca de la catedral de Santa María de Osaka-Takamatsu, se convierte en un símbolo concreto de la amistad y la memoria compartida entre Japón y la Santa Sede. Donado por el Pabellón de la Santa Sede de la Expo 2025, el árbol fue bendecido por el cardenal Thomas Aquino Manyo Maeda en presencia de autoridades civiles y culturales. Un gesto sencillo pero elocuente, que recuerda el camino de diálogo y reconciliación iniciado en memoria de las tragedias de Hiroshima y Nagasaki.