En París, el cardenal de Luxemburgo preside la misa en Notre-Dame y ensalza el servicio de los testigos del Apostolado Católico en Alemania. Con la mirada puesta en el presente, advierte: en Europa no estamos a salvo ni de la guerra ni de la violencia. Exhorta a trabajar juntos por la paz, a los jóvenes a aprender de Cristo, que es «Príncipe de la paz, del amor, no del odio». La fe, concluye, encuentra su expresión concreta en la fraternidad.