Dos años después del comienzo de la guerra, el metropolita Mokrzycki relata el horror que sigue sufriendo el país: «Misiles y aviones no tripulados llueven sobre personas y ciudades. Mueren inocentes y muchas personas, incluso niños y sacerdotes, caen en la desesperación o la enfermedad mental». Sin embargo, afirma, «la gente aún tiene fuerza y esperanza. Ven que la única salvación está en Dios y que sólo un milagro puede salvar a Ucrania».