Jesús no señaló con el dedo. No acusó. No humilló. Tampoco pronunció el nombre de Judas. Prefirió hablar de modo que cada uno se mirara a sí mismo. Fue entonces cuando resonó la pregunta que atraviesa los siglos: «¿Seré yo?». Esta pregunta la hizo Cristo para abrir el corazón a la verdad. Aunque podamos fallar, Dios nunca nos falla. Catequesis del Papa León XIV desde el Aula Pablo VI.