Así puedes pedir la intercesión de una santa ante la erupción de un volcán

, 24 May. 23 (ACI Prensa).-
Ante el peligro de la erupción de un volcán, en la Iglesia Católica es tradición recurrir a Santa Águeda (también conocida como Santa Ágata), para pedir su intercesión a fin de obtener la protección de Dios.

Santa Águeda fue una joven cristiana que consagró su virginidad a Dios. Sufrió el martirio en el siglo III, posiblemente en el año 251.

De acuerdo a la Enciclopedia Católica, aunque se desconoce con precisión cuándo fue martirizada, “podemos aceptar la evidencia de su legendaria vida, basados en la tradición antigua, que su martirio ocurrió durante la persecución de Decio (250-253)”.

La tradición asegura que en el 252 d.C., al año siguiente del martirio de Santa Águeda, el volcán Etna, en Sicilia (Italia), entró en erupción. Ante el desastre natural, los pobladores de Catania recurrieron con plegarias a su intercesión.

Se cuenta que después de estas oraciones culminó la erupción, y desde entonces la santa es considerada la patrona de la región.

Precisamente por esa devoción a Santa Águeda, desde la Enciclopedia Católica colaboradores como el profesor Nelson Rodolfo Sandoval recomiendan una oración para pedir su intercesión.

El director de la Enciclopedia Católica, José Gálvez Krüger, recuerda al respecto que “aunque el poder de la naturaleza nos abruma y sobrecoge, no debemos olvidar que es creatura, y que el poder del Creador es mayor”.

“Invoquémosle amparados en los méritos de los mártires y de los santos”, anima.

A continuación, la oración de protección a Santa Águeda contra las erupciones volcánicas:

¡Oh esforzada mártir de Jesucristo, Santa Águeda! ¡Oh inmoble y constante columna de la fe de vuestro divino Esposo! Os ruego me alcancéis de su divina Majestad una fe viva y animosa, con la cual venza todas las tentaciones de mis enemigos, y camine sin tropiezo a donde me llamó el Señor en el día del santo Bautismo. Por los incendios que vuestra fe venció, os hizo Dios especial abogada contra ellos; como lo experimentaron los mismos gentiles de vuestra ciudad.

Un año después y en el mismo día de vuestra feliz muerte, cuando despeñándose del Etna un impetuoso torrente de fuego, que iba a devorarla, ellos, movidos por Númen superior, tomaron el velo que cubría vuestro santo sepulcro, y poniéndolo delante de aquel inflamado río, al instante reconoció vuestra virtud, parándose, y dejando libre de sus voraces ardores a la ciudad. Librad, pues, poderosa santa, de los incendios a todos los cristianos, no sólo de los que queman los cuerpos, más también de los de la humana concupiscencia que abrasan el alma.

Haced, Santa mía, que el Omnipotente detenga el brazo de su justicia, para que no nos devore el torrente de las llamas del infierno, tan merecidas por nuestros pecados. Cubridnos con el velo de vuestra protección, para reconciliarnos con nuestro Dios, tan ofendido de nosotros, a quien amemos ahora y eternamente en la Gloria. Amén.

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